La RAE, define la magia
como “El arte o ciencia oculta con que se
pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la
intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales”
.
Sin embargo, bien es
sabido por todos, que existen cosas que por todo lo que implican, hacen muy
complicada su definición. Los diccionarios pueden ser muy correctos
técnicamente, pero en ocasiones es mejor que intentemos hacer nuestras propias
definiciones. Y es que, al igual que el amor es algo más que un “Sentimiento intenso del ser humano que,
partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con
otro ser”, una madre es más que una “Hembra
que ha parido”, la magia es más que un arte
o ciencia oculta con la que producir resultados contrarios a las leyes
naturales.
La magia es ilusión.
Es sorpresa. Es imaginación. Inocencia.
Es todo lo que teníamos cuando éramos niños, y que el tiempo nos ha ido
quitando. Esa capacidad para creer en cosas imposibles porque sí. Es sentirte
estúpido intentando adivinar como lo ha hecho. Y también es simplemente,
dejarte llevar. Cuando somos niños, lo creemos
sin más. Es magia. Igual que los Reyes Magos se recorren el mundo entero en
una noche repartiendo regalos. O un ratón recoge nuestros dientes de debajo de
la almohada. Ocurre y ya está. Nuestra imaginación es mucho más fuerte que
cualquier lógica. Los niños no razonan cada una de las cosas que suceden, creen
en las hadas, en Papa Noel; creen en la magia. A medida que vamos madurando,
vamos perdiendo la ilusión. Dejamos de acostarnos pronto cada 5 de enero para,
a la mañana siguiente ir casi de puntillas al salón para ver nuestros regalos.
Empezamos a buscar explicaciones a todo lo que nos ocurre; perdemos la ilusión
y dejamos de apreciar la magia que nos rodea. Magia que podemos encontrar en pequeños momentos, pero que sin
embargo, no valoramos. Hemos asumido que la carta de admisión a Hogwarts nunca va a llegar. Si se nos
cae un diente no es motivo de celebración, si no todo lo contrario. Y con el
tiempo, nos damos cuenta de que las brujas y los vampiros EXISTEN. Pero no llevan escoba, ni
visten de negro. Y lidiar con estas figuras tenebrosas cada día es bastante
complicado. No sabes donde puedes encontrarte con una de ellas, acechándote
para lanzarte algún tipo de “maldición”
y, si tienen la oportunidad, envenenarte, o morderte hasta dejarte seco .
Podemos usar diferentes “armas” para ahuyentar a estas
criaturas; pero eso sí: Mejor evitar el
ajo y los crucifijos; no está bien visto. Sea como sea, parece que no
podemos bajar la guardia. Sin embargo, si miramos un poco en nuestro interior,
descubriremos que aún queda un poco de ese niño que un día fuimos. Y si no
vemos nada CUIDADO. No podemos dejar
que eso ocurra. Debemos mantenerlo vivo. No podemos perder la ilusión del todo,
por muchos golpes que nos de la vida…Tenemos que dejarle salir. Permitirnos
sorprendernos, imaginar, ilusionarnos. Creer
otra vez en la magia.
Hay veces, que este contacto con la magia nos resulta más
sencillo. O bien por tener niños cerca o por tener amigos que se dedican a ella. Y de repente, se sacan de la chistera
unas invitaciones para ver un espectáculo de magia…
Sábado 17 de mayo. Teatro San Pol, Madrid
20:30-> Tres mesas. Tres magos. Unos cuantos juegos de
magia para amenizar la espera al espectáculo posterior. Y muchas ganas de sorprendernos.
Único requisito: Dejar nuestro yo adulto
antes de atravesar la puerta, y sentarnos en las butacas del teatro.
21:00-> Comienza el espectáculo
de magia “Prestigio”, protagonizado por Manu Vera.
Desde el primer minuto hasta el final, los asistentes nos
dejamos envolver por la magia del ambiente. Nos dejamos sorprender, como en la
noche de reyes. Algunos intentaban buscar la explicación de cómo ha conseguido
adivinar lo que estaba pensando. Otros se dejaban llevar. Es más divertido si
no lo intentas adivinar. Si no buscas el por qué. Si no lo intentas entender.
Pero…Tiene truco. ¿No?. Claro. La magia no existe…
……..¿O sí?
El tiempo pasó volando. Con cada juego, nuestro debilitado
niño fue haciéndose fuerte, disfrutando de cada momento. Cartas que surgen de
la nada, dados que cambian de color… ¡Hasta
el truco de la mujer serrada!... Y mucho, mucho más. Pero hasta aquí puedo
leer. No me gustaría desvelar nada del espectáculo. Os animo a que lo veáis con
vuestros propios ojos.
Permitiros olvidar durante hora y media vuestros
problemas.
Dejaros sorprender.
Dejaros hechizar.
Personalmente, puedo decir que la magia existe. Y es que,
puedo presumir de tener un amigo al que, ni más ni menos, hace unos meses le visitó una lechuza con una carta de
admisión en el anteriormente mencionado “Hogwarts”.
Es totalmente verídico. Estoy segura, de que dentro de poco tiempo, podremos
verle encima de un escenario como el del teatro San Pol. Pero, hasta entonces,
podéis visitar su página http://magoalvarorubio.blogspot.com.es/p/alvaro-rubio.html
para conocer más de él.
Más información
Twitter @prestigioManuV
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